Escarbando en Léninka (Biblioteca Lenin de Moscú)
I.A.Gobózov, filósofo ruso, Especialista en Filosofía Social, Filosofía de la Historia y Estudios Políticos
PUSHKIN, UN GENIO UNIVERSAL
Aparentemente, es fácil escribir sobre Aleksandr Pushkin: ¿quién podría dudar de su genio y capacidad creativa? En realidad, es mucho más complicado de lo que parece, porque Pushkin no solo era un genio, sino algo único –un genio universal-, de los que hubo pocos en la historia. Su unicidad radica, ante todo, en que no escapaba de su atención no solo la literatura, la poesía ni bellas letras, en general, sino tampoco las humanidades en toda su extensión: la filosofía, la economía, la historia y otras ciencias. Por cierto, cabe subrayar que Pushkin era una persona de formación enciclopédica omnisciente.
Pushkin, el gran poeta y creador del lenguaje literario ruso. Ya se sabe de tiempo atrás que fue el creador del lenguaje literario ruso. Sin embargo, hay otras pinceladas en su biografía que vale la pena resaltar.
El crítico literario y teatral, escritor, poeta y traductor Apollón Grigoriev afirmaba: “Pushkin es todo lo nuestro, pues representa todo lo que tenemos de lo espiritual y auténtico, y de lo que sigue siendo lo espiritual y auténtico muy nuestro después de colisionar con otros mundos, mundos ajenos. Pushkin es un retrato muy completo de nuestra personalidad, un ingenio innato que absorbe lo que debería ser asimilado de otros organismos y especies, y descarta lo que no debería; un ser completo, íntegro quien trazó el contorno de la imagen de nuestra esencia nacional que nos llevará mucho tiempo llenar de colores”.
Antes de Pushkin, la literatura rusa se encontraba en estado embrionario. Según las palabras de Chernyshevski, “no hubo en Rusia poetas verdaderos; el público ruso sabía de poesía por rumores, traducciones y débiles intentos, en los que las chispas poéticas se apagaban en la vorágine de retórica o entre los hielos del frío revestimiento exterior”. Así criticaba el mismo poeta la literatura rusa de los s. XVIII y principios del s. XIX: “La literatura francesa se apoderó de todo; los grandes escritores no tienen un solo seguidor en Rusia, solo escritorzuelos sin talento que crecieron como hongos a los pies de los árboles como Dorat, Florian, Marmontel…”.
En términos filosóficos, Pushkin “procesó” con pensamiento crítico cuanto había sido creado en la literatura rusa antes de su llegada. Entre las causas que ralentizaron el desarrollo de la producción literaria rusa señaló el uso común del idioma francés y el menosprecio del ruso: “Todos nuestros escritores se quejaban de ello, pero ¿quién tendrá la culpa que no sean ellos mismos? …Todos nuestros conocimientos, desde la niñez, han sido extraídos de libros extranjeros, estamos acostumbrados a pensar en otro idioma; la instrucción de este siglo exige pensar en temas importantes para alimentar la mente que ya no se conforma con juegos de la imaginación y armonía; las ciencias, la política y la filosofía aún no han disertado en ruso, aún no existe el lenguaje metafísico; la prosa se ha pulido tan poco que hasta en una correspondencia sencilla nos vemos obligados a inventar expresiones para explicar conceptos sencillos, mientras que nuestra pereza nos mueve a hablar con más ganas en otro idioma, cuyas formas mecánicas ya están listas y se conocen desde hace mucho tiempo”.
Gracias a su don único, Pushkin estaba creando simultáneamente el lenguaje literario y las grandes obras. Los contemporáneos lo llamaban “taumaturgo”, “esperanza de las bellas letras de Rusia”, esperaba con impaciencia la publicación de sus obras de turno. Para no caer en palabras triviales recordemos cómo valoró el aporte del gran poeta Iván Turguénev quien pronunció un emocionante discurso durante las festividades con motivo de la apertura del monumento a Pushkin en Moscú en 1880: “Los méritos de Pushkin ante Rusia son enormes y merecen el reconocimiento popular: perfeccionó nuestra lengua, la cual ahora, por su riqueza, fuerza, lógica y belleza, es considerada la primera después del griego antiguo hasta por filólogos extranjeros; responde con imágenes típicas y sonidos inmortales a todas las tendencias de la vida nacional. Pushkin fue el primero en izar con su poderosa mano la bandera de la poesía sobre la tierra rusa…”.
Desde los inicios de su vida poética, Pushkin tomaba muy en serio la poesía como una actividad espiritual fundamental y no como un entretenimiento para llenar de epigramas los álbumes de señoras y señoritas aristócratas aficionadas a la lectura, como era la costumbre de aquellos tiempos. Uno de los pushkinistas más destacados, Pável Ánnenkov, puso de ejemplo la carta del joven poeta quien se encontraba por entonces en exilio en el sur de Rusia: “Yo mismo tracé mi camino y escogí una meta. No vaya a pensar, por Dios, que veía los versos con la vanidad de un “rimador” o un alivio de una persona sensible. Es mi oficio, una rama de producción honesta que me proporciona alimento e independencia… Anhelo una sola cosa: la independencia, y espero obtenerla con valentía y esfuerzos continuos...”.
Pushkin dominaba todos los géneros poéticos, su poesía es la perfección misma. Como anotó la traductora y escritora italiana Serena Vitale, “el 29 de enero de 1837, a las 2:45 de la tarde, la poesía rusa perdió a su cantor. Se fue el hechizo, la gracia, el laconismo y la agilidad…”. Igualmente dominaba todos los géneros de la prosa. He aquí lo que escribió Piotr Chaadaev sobre “La hija del capitán”: “Así sea yo un demente, pero espero que Pushkin acepte mi saludo sincero por la encantadora criatura, su hijo natural que estos días me ha aliviado el abatimiento que me atosigaba. Díganle por favor que me cautivó especialmente su completa sencillez y un gusto refinado, que escasean tanto hoy por hoy y son tan difíciles de observar en estos tiempos de fatuidad y amoríos fogosos, semejantes a una pecadora ataviada con ropas vistosas de baile y los pies hundidos en suciedad que se revuelca en inmundas miserias”.
Aleksandr Pushkin, filósofo. El poeta, de vasta cultura y amplios conocimientos, conocía perfectamente los tratados de los filósofos franceses del s. XVIII: Descartes, Voltaire, Diderot, Rousseau, Helvétius, Montesquieu y otros. Conocía la filosofía antigua y las obras de Aristóteles, las de los clásicos alemanes. Así comparó las dos escuelas de su época: “La filosofía alemana, que se ha granjeado en Moscú, tal vez, demasiados seguidores jóvenes, al parecer, comienza a ceder el paso al espíritu práctico. Sin embargo, su influencia trae beneficios: salvó a nuestra juventud del frío escepticismo de la filosofía francesa y la apartó de los ensueños embriagadores y perjudiciales que ejercieron una influencia terrible en la crema y nata de la generación anterior”.
Pushkin caracterizó la filosofía francesa del s. XVIII de forma bastante peculiar: “Nada pudo ser algo tan opuesto a la poesía –escribió-. Iba dirigida contra la religión dominante, la fuente eterna de la poesía de todas las naciones; mientras que su herramienta preferida era la burla fría y cuidadosa… Voltaire, el gigante de esa época, compuso poesía, tomada como una importante actividad mental del ser humano. Escribió una epopeya con el propósito de denigrar el catolicismo, inundó de tragedias el teatro durante 60 años, en las que, sin preocuparse por la verosimilitud de caracteres ni legitimidad de recursos, obligó a sus personajes, a propósito y a despropósito, repetir los principios de su filosofía. Inundó Paris de preciosas fruslerías con un lenguaje burlesco y de común entendimiento”.
Los temas existenciales ocupan un lugar importante en la obra pushkiniana: el sentido de la vida, el lugar del poeta en la sociedad, la consunción del ser humano. Lean nada más un poema escrito el día de cumpleaños del poeta, el 26 de mayo (6 de junio) de 1828: ¿Para qué me ha sido concedido el don de la vida, ilusorio y fortuito? … Huero el corazón, ociosa la mente, me agobia el ruido monótono de la vida… . Estos pensamientos volvieron a la mente del poeta en la última etapa de su vida. En 1834 dejó escrito en su poema “Ya es hora, amigo mío, ya es hora”: “En el mundo no hay felicidad, solo sosiego y libertad”.
Pushkin como historiador. Sin lugar a dudas, el poeta era un historiador profesional. Como asentó Piotr Viázemski, “Pushkin poseía una gran capacidad para comprender correctamente la historia, y no todos los historiadores pueden presumir de esta capacidad. Su mente brillaba por una extrema claridad, perspicacia y lucidez… Era, además, impresionable y sensible, estaba dotado de gran imaginación y algo como el espíritu de abnegación, era capaz de renunciar a su propia existencia en el presente para recrear el pasado, convivir con él, emparentarse con personas, sucesos, costumbres, ordenamiento, que han sido reemplazados hace mucho tiempo por generaciones nuevas, las cualidades que necesita todo historiador, y Pushkin las tenía en su justa medida”.
¿Por qué dedicó a la historia su corta vida? Porque la relación entre el pasado, el presente y el futuro es indisoluble. Según el poeta, el irrespeto hacia el pasado nace de la ignorancia, y el que lo subestima y se ocupa solo del presente no entiende la unidad de la historia del género humano. Anotemos que Pushkin planteaba un programa de historia muy completo, basado en la exposición objetiva de los hechos. A pesar de que estudió los tratados de distintos historiadores antiguos y contemporáneos, le interesaba en especial la historia de Rusia, por eso apreciaba en sumo grado la obra de Nikolái Karamzín “Historia del Estado Ruso”. En sus memorias anotó que en febrero de 1818, convaleciente todavía, se había puesto a leer con avidez los ocho tomos recién salidos a la luz pública, que causaron un gran revuelo e impresión. Los tres mil ejemplares se agotaron en un mes (lo cual ni el propio autor podía esperar). Hasta las damas de alta sociedad se enfrascaron en su lectura y aprendieron cosas desconocidas hasta entonces. “La antigua Rusia fue descubierta por Karamzín como América por Cristóbal Colón”, escribió Pushkin en su diario.
Hay una larga lista de obras de historia que forman parte del legado del poeta: los poemas “Canto de Oleg el Sabio” (veschi en ruso, sabio o profeta), “El jinete de bronce” (literalmente, de cobre) y “Poltava”, los dramas “Boris Godunov”, “Festín durante la peste”, “El caballero avaro”, “Episodios caballerescos”, estudios “Historia de Pugachiov”, “Abram Gannibal, el moro de Pedro el Grande”, apuntes varios. Entre ellas una que se quedó sin concluir, “Historia de Pedro el Grande”, amerita unas cuantas palabras aparte. Este personaje histórico ocupaba un lugar especial en las creaciones pushkinianas, en el que podemos observar cómo se erige una imagen íntegra del zar reformador. En este trabajo el poeta se propuso exponer con objetividad, con base en los hechos históricos, su actividad multifacética para transformar a Rusia, y no obstante, este proyecto no llegó a su término feliz. Pável Ánnenkov lo explica así: “No toda la verdad ni todos los casos van a favor del terrible reformador, la consideración que causó un profundo desconcierto en la conciencia de Pushkin. Las medidas que tomaba para que triunfaran sus errores eran iguales en energía e implacabilidad a las que tomaba para hacer realidad sus grandes designios: moría mucha gente, desaparecían posiciones, la sociedad vacilaba, inclinada ya hacia la evidente imposibilidad histórica… Pushkin veía la cara de Pedro a través del prisma de una imagen preconcebida, y por lo tanto, su personalidad se desdoblaba: por un lado, un fundador genial, y por el otro, el flagelo divino. El poeta se sintió asaltado por las dudas, ya tenía mucho material acopiado que solo necesitaba un toque final, y sin embargo, no se animaba a continuar con él. Buscaba un recurso de representar al zar con ajuste a su propia visión y sin atentar contra el punto de vista oficial, el público lector esperaba una apoteosis incondicional, que para ello se le habían abierto los archivos reales”. Tal parece que el destacado pushkinista tenía razón.
Pushkin y las ciencias. El poeta seguía con gran atención el desarrollo de las ciencias naturales de su época. Una de las tareas que encomendaba a la revista Sovreménnik (El Contemporáneo) que él mismo fundó era la divulgación del conocimiento científico; basta con recordar el famoso poema que devela la quintaesencia del saber humano: “¡Oh, cuántas maravillas por descubrir nos depara el espíritu de la instrucción: la experiencia, hija de penosos errores, y el ingenio, amigo de paradojas, y el dios inventor azar”. La revista publicó varios de sus escritos, dedicados a las Academias de Ciencias de Rusia y Francia; le pertenece este admirable aforismo: “Un científico sin talento se parece a un pobre imam que se comió el Corán, pensando que le descendería el espíritu de Mahoma”.
Pushkin, un patriota. “Todo se debe crear en Rusia y en la lengua rusa”, dice una acotación en las memorias del poeta de 1823; es más, el patriotismo para el creador de la literatura rusa se debe respaldar en el profundo conocimiento de la historia y cultura de su país, aun cuando el régimen político hace sufrir y experimentar todo tipo de privaciones. Toda su vida Pushkin estuvo bajo vigilancia policial. Una vez, en una carta dirigida a su esposa, se le escapó: “¡Vaya la suerte que tuve de haber nacido en Rusia, con el alma y el talento!”, lo cual era una reacción lógica a la actitud que demostraban hacia él no solo los círculos oficiales, sino también todos aquellos que le tenían envidia y tejían intrigas. Lean ahora la carta que escribió el poeta a su amigo Chaadáev: “No estoy de acuerdo con usted sobre nuestra miseria histórica. Las guerras de Oleg y Sviatoslav, las guerras intestinas, ¿no son acaso una vida llena de ardiente efervescencia y acciones sin sentido que marcan la juventud de toda nación? La invasión tártara, una perspectiva triste y majestuosa, el despertar de Rusia y el desarrollo de su poderío, su movimiento hacia la unidad, la unidad rusa por supuesto; los dos Ivanes, el drama que comenzó en Úglich y terminó en el monasterio Ipátiev, ¿es que acaso todo ello no es historia, sino un sueño opaco y medio olvidado? ¿Qué hay de Pedro el Grande? ¡Solo él es toda la historia universal! ¿Y Catalina la Grande quien llevó a Rusia a los umbrales de Europa? ¿Alejandro que los llevó a París? Y, con la mano en el corazón, ¿es que no encuentra usted algo considerable en la situación actual de Rusia, algo que impresionará a un historiador del futuro? ¿Cree usted que nos dejará por fuera de Europa? A pesar de que siento mucho afecto hacia Su Majestad, mas sin arrobamientos por todo lo que veo a mi alrededor -me siento exasperado, me siento ofendido-, pero juro por mi honor que por nada en el mundo quisiera cambiar de país o tener otra historia aparte de la que nos dejaron nuestros antepasados, tal y como nos la dio Dios”.
Algunas de las frases célebres de Pushkin: La estabilidad es la primera condición, pero ¿cómo concuerda con el permanente perfeccionamiento? El verdadero buen gusto no consiste en rechazar inconscientemente una palabra o expresión, sino en el sentido de las proporciones. La monotonía de un escritor demuestra la estrechez de su mente, así sea uno de pensamientos profundos. La inspiración es la disposición del alma de percibir vivamente las impresiones y comprender los conceptos, y por lo tanto, explicarlos; la inspiración se necesita tanto en la geometría como en la poesía. Enorgullecerse de los antepasados no solo se puede, se debe: no respetar su gloria es ser vergonzosamente pusilánime. La gramática no prescribe leyes para una lengua, sino que las explica y confirma los hábitos. Los traductores son los caballos de correos de la instrucción.
http://amediavoz.com/pushkin.htm - poemas de Aleksandr Pushkin, traducidos por el poeta colombiano Rubén Flórez Arcila
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