“No puedo dejar de aspirar la vida”
Tomado de la revista “Druzhba narodov”, 2016, No 8, p.p. 206 – 213, por Liudmila Lavrova
NUESTROS AUTORES: ANAR
“No puedo dejar de aspirar la vida”
Tomado de la revista “Druzhba narodov”, 2016, No 8, p.p. 206 – 213, por Liudmila Lavrova
Anar Rasul ogly Rzáev, escritor soviético y azerbaiyano, director de cine y guionista, Artista Popular de Azerbaiyán, nació en 1938 en el seno de una familia de literatos: sus padres, el padre Rasul Rza, y su madre, Niguir Rafibeili, eran magníficos poetas. Egresado de la Facultad de Filología de la Universidad Nacional de Azerbaiyán y del Curso Superior de Guion y Dirección de Cine en Moscú. Se han rodado 12 películas basadas en guiones de Anar, tres de las cuales él mismo dirigió como director. Desde 1968 se desempeñó como redactor jefe del almanaque de artes “Gobustán”. Esta revista, “Druzhba narodov”, publicó sus novelas “Contacto”, “La limusina Roja” (publicados en español bajo el título de “Alucinación” por Poklonka Editores en 2019, trad. Marcia Gasca), “El círculo”, “Amuleto contra el mal de ojo” y otros, numerosos cuentos, ensayos y entrevistas. Fue diputado del pueblo y miembro de Soviet Supremo cuando aún existía la URSS. De 1995 a 2000, diputado del parlamento azerbaiyano. Por sus méritos en el desarrollo de la literatura y cultura de su nación fue condecorado con el Premio Gueidar Alíev (2011); el 19 de febrero de 2014 fue elegido como primer presidente de la Unión de Escritores de los países de lenguas túrquicas, fundada por decisión del VI Congreso de Redactores de revistas literarias del mundo túrquico que se celebró en la ciudad de Eskishir, Turquía.
L.L.: Antes que nada, me alegro mucho que estés aquí en Moscú. Espero que nuestros lectores entiendan el porqué de nuestro “tuteo”: nos conocemos desde hace 35 años, desde que llegaste a la redacción de “Literaturnaya gazeta” con un artículo, donde yo trabajaba en aquel entonces. Así fue como trabamos la amistad que no pudo afectar ningún viento tormentoso ni cambios sociales. Debo felicitarte con motivo del lanzamiento en Moscú de dos volúmenes de tu prosa selecta, publicación de “Judozhestvennay literatura”, mientras que, gracias a la editorial “Vremia”, salió a la luz pública la selección de tu prosa lírica, artículos y ensayos filosóficos “Pensamientos nocturnos”. Estos dos libros dan cabida a lo que has escrito desde los años 60 del siglo pasado hasta la actualidad. Su presentación en la Casa de las Nacionales brilló por su calidez y emocionalidad. Creo que por primera vez en muchos años las obras de un escritor procedente de las ex repúblicas soviéticas tiene tanta presencia en Rusia, lo cual parece apenas lógico: las creaciones en prosa de Anar forma parte del Fondo de Oro de la multinacional literatura soviética. Aunque también se han publicado en ruso tus creaciones tuyas de los últimos años, en particular, en la Revista “Druzhba narodov”.
Anar: Para mí estar presente en el espacio de las letras rusas, hacer sonar mi palabra en él es un suceso de excepcional importancia. Y si debo añadir: muchos extrañan ahora la URSS. No siento nostalgia. Creo que cada pueblo sigue su camino en la historia. La despedida fue inevitable. Pero no nos hicimos ajenos unos a otros por ello. Gracias a la cultura y literatura mantenemos vivos los vínculos que necesitamos. Por eso me alegra que mis libros puedan hacer un pequeño aporte a estos procesos. Además, la literatura rusa contribuyó en gran medida a la formación de mi personalidad. Desde Pushkin y Lérmontov hasta la actualidad. Sin embargo, las tradiciones culturales azeríes resultaron más significativos.
L.L.: Con todo eso, logras de forma prodigiosa desprenderte de tus raíces para elevarte a otros mundos culturales. Eres un ejemplo único de escritor cuyas obras, aun sumergidas en el ambiente de tu país, evocan las ideas y tendencias artísticas del pensamiento creador universal, lo cual se pone de manifiesto en tu novela “Amuleto contra el mal de ojo”.
Anar: Crecí en el seno de una familia de literatos, rodeado de libros, en el ambiente de conversaciones de literatura. Venían a nuestra casa pintores y escritores famosos, azerbaiyanos, rusos y de otros países. Todo eso no pudo pasar por encima de mí. Hoy en día, hay muchos escritores bastante interesantes en Azerbaiyán, quienes trabajan en prosa y poesía, dentro del marco realista como también usando recursos surrealistas, todos ellos buenos conocedores de los maestros de la palabra occidentales. Los lectores de nuestro país también conocen y leen la literatura rusa contemporánea. No puedo decir que muy bien. Debemos publicar más unos a otros, azerbaiyanos y rusos, visitar más unos a otros, comunicarnos. Este sería un augurio de un fructífero diálogo inspirador. El mundo de hoy es global, permeable, lleno de influencias mutuas, las cuales no siempre se ven a primera vista.
L.L.: Este mundo se ha complicado increíblemente. Los escritores, sin embargo, no alcanzan a estar a la par con los cambios los cuales no son locales ni particulares. Se plantean de manera diferente los temas de poder y gestión de comunidades sociales, va naciendo una realidad nueva, una realidad económica, tecnológica e informativa que corroe el estilo de vida acostumbrado, impone ciertas normas de relaciones que anteriormente eran imposibles, la que hasta rechaza ciertas normas… Tal parece que los escritores se sienten impotentes ante un futuro que se aproxima, intentan modelar algo, pero en la mayoría de los casos, se rinden. O están privados del don de “premonición y presentimientos”, como decían Saltykov-Schedrín y Dostoievski.
Anar: Es difícil no sentirse despistado ante tanta complejidad y pérdida de todos los criterios, ante la devaluación de la moral tradicional cuyas fuentes se remontan al período soviético… Recuerdo de aquella historia unos puntos cruciales: el fusilamiento de un niño enfermo, tsesarévich (hijo del zar) Alekséi; la frase famosa “no cambio un mariscal por un soldado”, sin importar quién la pronunció; así era el ambiente… No me importa tanto una tal conveniencia política, cuanto sí me importa la moral humana; para mí todo es unívoco: no hay ideales, políticos o de cualquier otra índole, por los que podríamos sacrificar el humanismo. Mientras que muchas cosas, cosas terribles, trágicas, las tratábamos de justificar con metas sublimes… O estábamos callados… No estoy negando el sistema soviético en su totalidad; al fin y al cabo, crecí en estas condiciones, llegué a ser escritor. Lo que estoy negando es lo amoral que radica en su corazón, que germinó y afloró en nuestro aquí y ahora, y lo que podemos observar lamentablemente tanto en Rusia como en Azerbaiyán.
L.L.: Todo el siglo XX es coágulo del dolor y guerras, grandes transformaciones conceptuales y psicológicas. Se puede decir que es el siglo de la catástrofe del humanismo. Sin embargo, se conocen los nombres de eminentes escritores quienes vivieron y crearon en este siglo, y a costa de su propia vida, aceptaron en su quehacer literario los desafíos de aquella época. El siglo XXI promete ser no menos dramático, aunque algo ha cambiado inexorablemente en la mentalidad de la gente. Ahora todo, incluso la política y las guerras, se convierte en show, se llena de brillo del glamour triunfante a pesar de que no se agota en derredor el torrente de lágrimas y sangre. ¿Qué lugar deberían ocupar ahora los escritores?
Anar: Para algunos, en televisión. Algunos están cosechando tesoros monetarios de la literatura de masas… Por lo visto, no vale la pena esperar a los profetas que se retiran al desierto… Recordemos cómo empezó su camino en la literatura mi generación. Sucedió en los bien conocidos años 60 del siglo pasado. Empezamos a escribir sobre personas comunes y corrientes. Sin lanzar desafíos abiertos al sistema. No obstante, los críticos, aun los benévolos con respecto a nosotros, pero acostumbrados al patetismo de la prensa partidista, comenzaron a interpretar nuestros textos no solo como contrarios al realismo socialista, lo cual era cierto, sino también como antisoviéticos, y eso ya rayaba en denuncia política. Escribíamos sobre el mundo interior del ser humano, mientras que los críticos nos reclamaban el exceso de autoanálisis y cuestionamiento personal, el escape a un micromundo.
L.L.: ¡Mientras que el micromundo representaba para ustedes una diversidad inagotable de la psicología humana, con sus deseos, sentimientos y pasiones!
Anar: Sí, solo podíamos enfocar al ser humano bajo el ángulo de visión de grandes obras en construcción, logros y hazañas heroicas, es decir, todo aquello que no encuentra cabida en la dimensión del diario existir. A su juicio, el macromundo no tenía nada que ver con la cotidiana actividad de la gente; se componía solo de acciones a gran escala y eventos que hicieron época. Todo lo demás eran temas pequeños. Nuestros personajes usaban en su discurso palabras comunes y corrientes, y hasta para muchos lectores, habituados a la retórica y patetismo, eso les parecía vulgar, demasiado mundano. Tampoco eran pocos los que percibían las obras de los sesenteros como un bocado de aire fresco. Nuestros libros recibieron el reconocimiento pasadas ya varias décadas, porque fuimos los primeros en dejar a un lado los coturnos del oficialismo que dominaba el mainstream literario.
L.L.: Ahora, qué te parece, ¿ha cambiado el tipo mismo de escritor?
Anar: Han cambiado sus posibilidades informativas. De ataques… Los escritores siempre han tenido destinaciones diferentes: unos se afirman con sus obras, otros, con la promoción de sus obras y los terceros, con la total negación de la importancia y méritos de los unos y los otros.
L.L.: Por cierto, el criterio principal en la evaluación de uno u otro libro es el éxito, representado, por lo general, en expresión monetaria. Se me ocurre una de tus sentencias de “Pensamientos nocturnos”: “Los gobernantes de antaño pretendían conquistar el mundo. Los gobernantes de ahora pretenden comprarlo.” Pero ¿cómo se compra la influencia en la mente? ¿En qué moneda se evalúa el alma? ¿La imagen de escritor -como gobernante de la mente- desapareció en el pasado?
Anar: En Occidente, que muchos idealizan ahora, la literatura dejó de ser parte de la vida espiritual de la sociedad mucho antes de que lo mismo sucediera en nuestros países. A veces parece, por inercia cultural, que algo presentado en salones y ferias sea significativo, pero, en realidad, no pasa de ser algo decorativo.
L.L.: “Decoran” guerras, sacudidas financieras, batallas entre competidores, globalizantes, niveladores de la “complejidad en flor” de las tendencias populares. Y todo se inscribe en la industria de diversiones. En ello también se avistan los indicios de la crisis del humanismo junto con la tolerancia, ampliamente proclamada. Me parece que no es más que hipocresía, una palabra vacía.
Anar: ¿Sabes en qué consiste la verdadera hipocresía? Cuando en un zoológico, me parece que en Estados Unidos, mataron un mono, millones de personas en todo el mundo expresaron su indignación por este motivo. Hasta pensaban erigir un monumento al mono muerto. ¡Y verás que sí, se lo van a erigir! Mientras tanto ante nosotros se exterminan pueblos enteros, ¿hay alguien que levante la voz de protesta por eso? En Joyalí asesinaron a más de seiscientas personas, viejos, mujeres, niños, y ¿qué? ¿Se estremeció el mundo? No, no idealizo a Occidente, el capitalismo… Aunque no se puede negar que den refugio a los que se salvan de las guerras, del terror, de las persecuciones por estar inconforme. El Ayatollah Jomeini vivió exiliado en París, los disidentes soviéticos encontraron refugio en Europa y América, lo que significa que en Occidente se creó un determinado sistema que, al menos, garantiza la seguridad personal. Por lo demás, los vicios de la sociedad occidental son evidentes y ahora han afectado tanto a Rusia como a Azerbaiyán... Volviendo a tu observación anterior, citaré mis propias palabras: los gobernantes del pensamiento han sido reemplazados por los gobernantes del dinero... Quienes tienen dinero son los que dictan sus condiciones en la literatura, el arte y la política.
L.L.: La humanidad siempre ha sido un edificio de “varios pisos”. Existía una sociedad de clases en la que desempeñaba un papel muy importante el derecho de los fuertes, el derecho de parentesco y la sangre. Fue reemplazada por una división entre ricos y pobres, entre el “primer” y el “tercer mundo”, el Norte rico y el Sur pobre, entre los de “mil millones de oro” y los “países perdedores”. Hay muchas definiciones similares en la ciencia política. En realidad, todo se ve mucho más trágico. En la humanidad ha surgido una brecha no sólo en la cantidad y calidad del consumo, sino en la calidad de vida misma, donde uno de los componentes más importantes es la calidad de los servicios médicos. Ya se han creado las tecnologías y medicamentos que pueden eliminar enfermedades hereditarias, corregir trastornos mentales, tratar a una persona a nivel genético, incluso en el útero, es decir, “corregir” algunos defectos genéticos, prolongando así la vida, lo que, por supuesto, no es barato. Y mientras algunas personas no cuentan con los medicamentos básicos, para otras se abren las posibilidades de una existencia humana más perfecta. Al mismo tiempo, en Estados Unidos ya existen proyectos para crear un cerebro informático humanizado, dotado de reacciones y emociones humanas. ¿No tendrán estos procesos los mismos signos ominosos de una crisis del humanismo?
Anar: ¿Quieren inventar para los elegidos un pasaporte a la inmortalidad?
L.L.: ¿Y eso qué tiene? ¿Quizás ésta se convierta en un futuro próximo en la moneda mundial más importante? ¿Incentivos para las personas “necesarias”? ¿Un remedio eficaz para dar solución a la sobrepoblación del planeta Tierra? ¿Qué piensas? No eres ajeno a la futurología; en el libro “Carnero negro, carnero blanco” intentaste mirar hacia el futuro...
Anar: - Los mejores escritores de ciencia ficción, digamos, más filósofos que escritores, predijeron todo esto hace mucho tiempo. Por ejemplo, Ray Bradbury. La cuestión no es ni siquiera que las profecías sobre robots, que no se diferenciarán en nada de los humanos, poco a poco empiecen a hacerse realidad, no se trata de historias entretenidas sobre vuelos a Marte y otros planetas, sobre contactos con otras civilizaciones, el significado de la verdadera ficción filosófica es poner a los humanos cara a cara con su yo futuro. ¿Con qué valores avanzamos hacia ello, con qué actitudes? ¿Qué tipo de mundo soñamos construir? Y en general, ¿tiene la humanidad un proyecto de futuro humano? Hasta ahora no veo respuestas adecuadas a estas preguntas. Parece que estos proyectos se discuten en algún lugar secreto, en comunidades cerradas de élite. En la superficie, observamos la continua caotización del mundo, el aumento de las amenazas militares y la profundización de la injusticia social. A pesar de sus restricciones, los escritores no deben permanecer al margen de todos estos procesos. Hemos asumido de las generaciones anteriores una parte de responsabilidad por nuestra palabra, aunque ahora ya no está de moda hablar de responsabilidades. Entretener al lector: este es tu destino. Supongo que no todo el mundo está de acuerdo con esto. En cuanto a mí, no pienso en qué respuesta tendrá mi “palabra”. Estas ilusiones no son características para mí. Es suficiente que me oigan al menos cinco personas. Pero lo principal es que no puedo expresarme de otra forma.
La escritura es mi forma de vida. Todo lo que me excita, me provoca emociones, todo lo que pienso, aunque sea difícil de verter en algunos géneros o palabras, simplemente me asfixiará por dentro. ¡Tengo tanta necesidad de escribir! Y, sin embargo, a veces me invade la desesperación: sufres en busca de la única palabra posible, intentas aclarar y hacer más convincentes las imágenes, tramas o experiencias inicialmente vagas, expresar lo aparentemente inexpresable, pero cuando se pierden todos los criterios, cualquier grafómano, pagando dinero, puede publicar libro tras libro, llenando el gran espacio de la literatura con sus banalidades o adornos de la mente que no han sido experimentados ni por la razón ni por el alma, pretendiendo marcar la pauta, alardeándose de su fertilidad. Y los críticos corruptos glorifican sus ejercicios, ponen de moda estas obras sucedáneas, desorientando completamente al público que, bajo la influencia de programas de televisión ligero, no es ahora demasiado exigente, pues está desligado de la literatura realmente seria. Todos tenemos muchos ejemplos de este tipo. Ahora, ¿tal vez debería yo dejar esta profesión por completo? Se extinguirá la escritura.
L.L.: ¿Cómo imaginas el mundo sin escritores? ¿Sin literatura? ¿Solo con presentadores, showmen, productores y guionistas de series de televisión? ¿Nos encontraremos algún día en un mundo de “imágenes” 3D o comics?
Anar: Nosotros, no, no nos encontraremos. Pero no se puede descartar nada en el futuro... Aunque me cuesta imaginarlo. Será entonces cuando llegará el colapso final del humanismo. La ciencia moderna está inmensamente lejos de ser humana. Muchos de sus logros ya han conducido a desastres devastadores. El ejemplo más evidente: la división del átomo que condujo a la creación de la bomba atómica y al bombardeo de Hiroshima. Hasta un descubrimiento aparentemente inofensivo, Internet, conlleva consecuencias fatales, aunque no siempre obvias, para una persona. El espacio virtual provoca y arraiga en la psique humana un colosal sentimiento de irresponsabilidad. Allí puedes “estar desnudo” y “exponerte” todo lo que quieras, incitar al suicidio y a la violencia, exhibir sin consecuencias las más viles manifestaciones de la naturaleza humana, chantajear y arruinar reputaciones... Por supuesto, un libro también es capaz de jugar un papel terrible y deshumanizador. Se conocen ejemplos. Pero éstas son más bien excepciones. Después de todo, no es la política, sino sólo la cultura, la literatura y las palabras las que pueden equilibrar las tendencias destructivas y antihumanas en la ciencia. Un mundo sin literatura es una competencia incontrolada de mentes, dirigida al dominio de quienes invierten capital en él para lograr sus objetivos globales. Lo que podrían ser ya no es un misterio después de los cataclismos del siglo XX.
L.L.: Y en este umbral, al quedarse sola, se tambaleará la religión, la fe.
Anar: Ahora te digo lo siguiente: no basta con solo creer en Dios. Es necesario que Dios crea en ti. Que crea que tu bondad no es ostentosa y tu generosidad es desinteresada. Que tu compromiso con la justicia es sincero.
L.L.: Quiero anotar también que no se debe hablar con desdén de la literatura de masas. Paradójicamente, la cultura de masas pone de manifiesto algunas tendencias importantes en la conciencia pública, sobre las cuales prefieren guardar silencio con timidez. Un deseo de simplificar lo complejo, que se expresa en la jerga popular como “no ponerse intenso”, que es una atrofia de la reflexión, devaluación del sentido de responsabilidad, volubilidad, inestabilidad de las normas morales y éticas...
Anar: Hoy en día la gente lee por lo general para distraerse. Porque la cantidad de estrés en el trabajo, en casa, en el mundo que nos rodea está fuera de escala, la desborda... La gente quiere esconderse de todo esto. No leer a Dostoievski para intensificar aún más sus miedos y experiencias, emociones negativas, sino sumergirse en alguna novela policíaca o romántica. Juzgo por mí mismo: después de leer periódicos, noticias, después de las preocupaciones cotidianas, todos estos thrillers policiales, apasionantes y estúpidos, son un medio fiable de distracción.
L.L.: ¿No crees que eso también es una especie de indicador de la capitulación? Se manifiesta en ratings y circulación de este género. En este caso, por supuesto, no estamos hablando de ti. Existe una demanda masiva considerable de estos productos.
Anar: Yo lo definiría de otra manera: esto significa el deseo de mantener la comodidad mental, no aumentar el estrés y no pensar en problemas que son insolubles y están fuera de nuestro control. No sufrir por esto, sino refugiarse, al menos por un corto tiempo, en un mundo ilusorio de personas brutales y pasiones agudas, aunque primitivas...
L.L.: En un sueño... ¡Y a fin de cuentas es imposible distinguir a un príncipe sobre un caballo blanco del jinete del Apocalipsis!
Anar: ¿Crees que todo va tan mal?
L.L.: ¿Puede darnos un ejemplo de algún momento en el que se haya observado tal capitulación ante la realidad?
Anar: Tal vez me equivoque, pero, en mi opinión, la decadencia rusa de finales del siglo XIX y principios del XX expresó estados de ánimo similares de desesperanza... Más tarde, los talentos más sensibles, Aleksander Blok, Andréi Bely, previeron, distinguieron, y presintieron las llamas ardientes de las guerras y los grandiosos cambios históricos...
L.L.: ¿Quizás hoy el posmodernismo “captura” en cierta medida la agitación actual en las mentes, la aterradora incertidumbre de los contornos del futuro?
Anar: El posmodernismo es sólo una etiqueta. En Azerbaiyán, algunos críticos llaman posmodernista al maravilloso escritor Orhan Pamuk. Estuvo con nosotros en Bakú, nos conocimos, hablamos y yo, entre otras cosas, le pregunté si se consideraba parte de este movimiento. Pamuk se sorprendió y respondió que no. Tengo la impresión de que todos los que no saben escribir llaman a sí mismos posmodernistas.
L.L.: En la prosa occidental de los últimos años ni siquiera hay nombres brillantes. Los libros salen, reciben grandes premios y... parecen desaparecer en las arenas del olvido.
-Anar: Como descoloridos, de segunda. No se ven avances.
L.L.: No hay profundidad ni dimensiones de tareas creativas. Escritura de cámara para una mente ociosa. Tomemos, por ejemplo, la aclamada novela erótica “Cincuenta sombras de Grey” de E.L. James. Se han vendido más de 30 millones de copias en 37 países de todo el mundo. El libro batió el récord de ventas por la velocidad. Superó las alturas de circulación de la Biblia.
Anar: Cuando pienso en esa literatura, llamémosla sensacionalista y alborotadora, me acuerdo de un viejo chiste. Allí la trama es trivial: el marido llega inesperadamente y la mujer tiene que esconder a su amante en el armario, donde hay una gran cantidad de frascos de perfume. Finalmente, el marido se va, la esposa suelta a su amante y él literalmente le suplica: dame un pedazo de mierda. Casi se asfixia por la abundancia de todos estos perfumes, olores artificiales... El realismo socialista cultivó tal artificialidad. ¿Quizás por eso la respuesta fue la “chernukha”, o sea, “trash”, de los años 90? De verdad es igual de falsa e igual de superficial.
L.L.: Sin embargo, sería justo decir que allí hubo auténticas lumbreras literarias.
Anar: Sí las hubo. Fueron Sholojov, Kataev, Kaverin, Simonov... Pero también estaban Babaevsky y Kochetov... Y hoy, a juzgar por la televisión rusa, su ideología regresa, me parece, ni siquiera a la era anterior a Yeltsin, ni a la de Stalin, sino a la era prepetrina /de la época anterior a Pedro el Grande/. Se siente un soplo arcaico...
L.L.: Una impresión engañosa. Nadie intenta cerrar la “ventana a Europa”. Se revela un fenómeno completamente diferente. La búsqueda de la propia identidad histórica post imperial no implica aislamiento en absoluto. La autarquía es aparente, pues es imposible, en las actuales condiciones de civilización, aislarnos del mundo. Otra cosa es que en este mundo todavía no hay un deseo notable de comprender los intereses de Rusia, ¡cuántas definiciones burlonas no se le han puestas en las sociedades occidentales! “Estado fallido”, “gasolinera con misiles”, y eso que no son las palabras más humillantes.
Anar: Realmente nos ha tocado vivir tiempos difíciles. No es fácil para las generaciones de mayores, que crecieron en el sistema soviético, adaptarse a las nuevas realidades. Los jóvenes hacen frente a sus propios problemas. Parece que hay libertad de elección, pero obtener una especialidad, la educación superior gratuita es cada vez más difícil, la pobreza aumenta... Existimos en una especie de sociedad dual y quimérica. Ni capitalista ni socialista. Todavía sobreviven los rudimentos de lo antiguo, mientras que la nueva forma de vida se está construyendo en formas espontáneas y feas. Por ejemplo, bajo el capitalismo no existen asociaciones artísticas que estén subsidiados por el Estado. Pero si estamos parcialmente en el socialismo, ¿cómo puede un autor publicar libros y no recibir una remuneración por ello? Intervenimos por televisión, concedemos entrevistas a los medios de comunicación de forma gratuita, lo cual es imposible en el Occidente capitalista. Mis libros y los libros de mis padres, con el apoyo del Estado, se publicaron en tiradas considerables, igualmente libres de derechos de autor. Porque, según dicen, somos beneficiarios de una beca presidencial. Y esto no me pasa sólo a mí... ¿Qué clase de sistema es este? Hace posible que toda clase de aventureros y embaucadores se multipliquen, consigan dinero y poder. Y nos desprecian, siguiendo el cínico dicho: si eres tan inteligente, ¿por qué eres tan pobre? A sus ojos, ¿qué clase de escritor eres si no tienes un hotel o un restaurante? Además, lo curioso es que, al mismo tiempo, ellos mismos intentan convertirse en escritores. Utilizando los servicios de “esclavos literarios”, que son periodistas y escritores mendicantes, y supuestamente publican los libros de su autoría, y luego, tan patéticos, solicitan ingreso a la Unión de Escritores. Esta es una comedia de costumbres. ¡Triunfo del absurdo! Admito que, al leer a autores rusos modernos, no puedo evitar unas preguntas: ¿es esto la literatura que vio nacer las obras de Rasputín, Shukshín, Trifonov? Ni hablar de los clásicos...
L.L.: Imagínese, el Estado, dejando de lado a los actuales así llamados mecenas de las artes, no tiene fondos para instaurar un museo-reserva literaria en aquellos lugares donde vivió y trabajó Valentin Rasputin, que le eran queridos y lo inspiraron, para que “el sendero del pueblo” hacia la casa este talentoso escritor ruso no sea invadido por maleza. Tenemos sus libros, sí, ¡pero también debemos guardar en alguna parte la memoria sobre su autor!
Anar: Recientemente me sorprendió un hecho: en Estonia, con el apoyo de su fondo estatal, se publicó un diccionario azerbaiyano-estonio y estonio-azerbaiyano. ¿Como para qué un país con un millón de habitantes necesita un diccionario así? ¿Es que acaso allí hay mucha gente interesada en el idioma azerbaiyano? Pero ésta es la política estatal, que reclama un desarrollo cultural integral, civilizado, europeo. Y aquí, en Rusia, no se presta la debida atención al desarrollo de los vínculos interétnicos. En el cine, se recomienda buscar patrocinadores, los artistas, para poder vivir, tienen que pintar retratos de los niños y de las familias de los ricos, los poetas complementan sus ingresos con odas para aniversarios y celebraciones familiares... El panorama general se ve triste. ¡Triunfa la diversión! Deportes, carreras de coches, unos espectáculos increíbles con efectos especiales...
Y, sin embargo, te lo digo con franqueza, de vez en cuando se me ocurre un pensamiento extraño: ¿por qué a los treinta años estaba agobiado por la vida y ahora, a pesar de todo, a los 78, no puedo dejar de aspirar la vida, no es suficiente lo que he vivido?
Durante muchos años me atormentaron los pensamientos: cómo puede suceder que mi vida, llena de miles de acontecimientos, rostros, encuentros, despedidas, aficiones, decepciones, milagros del amor, vínculos familiares y profesionales, todas estas impresiones de los países que visité, libros que leí, películas que vi, música que escuché, las situaciones de mi vida exterior y las tramas de mi vida interior, la vida del alma, las vicisitudes de la existencia social, la trama de las relaciones con amigos y enemigos, mis fantasías, recuerdos, experiencias, “alegrías inesperadas”, pérdidas, revelaciones, arrepentimientos, la melancolía de la soledad, el dolor de los malentendidos, “el lujo de la comunicación”, personas cercanas y queridas para mí, ¿cómo todo esto puede desaparecer en un instante? ¿No se va a quedar nada? No quería creerlo. Quizás mi fe en Dios desde mis primeros años también se basó en esto. Si Dios existe, entonces hay otra vida en la que todos nos encontraremos después del final de nuestro plazo terrenal, y allí encontraremos la explicación para todo. Dios nos explicará todo lo que presenciamos en esta vida y que no entendimos, nos explicará el significado de nuestra aparición, nuestra estancia en la tierra y nuestra inevitable partida, nos explicará el patrón y la justicia de lo que nos pareció a nosotros injusto y falso. ¿Cómo puede ser? ¿FUI y DEJARÉ DE SER? Pero un día, de repente, como en una epifanía budista zen o sufí, se me ocurrió una conjetura, elemental, primitiva, muy simple: ¿por qué es imposible imaginar NADA después de la muerte, si no hubo NADA antes del nacimiento? Tu nacimiento. Después de todo, todo en lo que consistió tu vida, todos sus componentes, que enumeré tan al azar, todo esto no existía para ti antes de que naciera. Esto significa que una persona nace –“se da a luz” en muchos sentidos de la palabra- no sólo de la oscuridad del útero materno, sino que también emerge de la INEXISTENCIA metafísica. Y allá, naturalmente, ya no al vientre de la madre, sino a la noche de la tumba, se va. De una oscuridad a la otra.
L.L.: ¿Hay algún consuelo para ello?
Anar: Un día lo encontré. El consuelo es que debemos creer en la vida después de la muerte. Si existe, ¡genial! Si no, nunca lo sabrás. Por lo tanto, no deberás sentir ninguna decepción por su ausencia. No te lastimará el que aquí termine todo. Puede ser doloroso mientras estés vivo y trates de convencerte de que hay algo por delante. Pero si no hay nada, no lo sabrás y, por lo tanto, no podrás angustiarte ni sufrir. En eso descansará el alma.
L.L.: Parece que estamos terminando nuestra conversación en sintonía con tus maravillosos “Pensamientos nocturnos”. Pero, ¿qué causó esa revelación que mencionaste antes?
Anar: Fueron las impresiones de la obra del teatro de Bakú “Ibrus”, “Él y ellos”. Un montaje increíble de Rustam Ibragimbekov con base en su propia obra, con actuaciones brillantes, interpretaciones puramente modernas, pero al nivel de los actores clásicos del Teatro de Arte de Moscú.
La asociación con el Teatro de Arte de Moscú no es accidental aquí... Un lugar importante en esta producción lo ocupan unos fragmentos del texto de Chéjov. El último monólogo de Sonia dirigido al tío Vanya me impulsó a pensar en los problemas que, aunque fuera de forma superficial, intenté abordar en nuestra conversación. Creo que sería bastante orgánico terminar con el texto de Chéjov, con las palabras de Sonia. Me identifico con ellas:
“Nosotros, tío Vanya, viviremos. Viviremos una vida larga, una larga serie de días y tardes. Soportemos con paciencia las pruebas que nos envía el destino. Trabajaremos por los demás ahora y en la vejez, sin conocer la paz, y cuando llegue nuestro momento, moriremos humildemente, y allí, más allá de la tumba, diremos que sufrimos, que lloramos, que estábamos amargados, y Dios se apiadará de nosotros, y tú y yo, tío, querido tío, veremos una vida brillante, hermosa, elegante, nos alegraremos y miraremos a nuestras desgracias presentes con ternura, con una sonrisa y descansaremos. Creo, tío, creo con fervor, con pasión... Descansaremos. Escucharemos a los ángeles, veremos todo el cielo cubierto de diamantes, veremos cómo todo el mal en la tierra, todo nuestro sufrimiento se ahogará en la misericordia que llenará el mundo entero, y nuestra vida se volverá tranquila, gentil, dulce como una caricia... No conociste alegrías en tu vida, pero espera, tío Vanya, espera. Descansaremos...”. Cómo quiero en pos de Chéjov creer en todo esto.
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